jueves, 15 de julio de 2010
MUERTE DEL GENERAL OBANDO
ENVÍO DE: Mario Pachajoa Burbano:
El General José María Ramón Obando del Campo murió en una emboscada el día lunes 29 de abril de 1861 en el Rosal, cerca de Subachoque, Cundinamarca. José María fue presidente-encargado de la Nueva Granada en 1832 por ausencia del titular Francisco de Paula Santander y presidente electo de 1853 a 1854. Fue un prestigioso combatiente, guerrillero, peleó al lado de Bolívar y participó en numerosas contiendas. Mediana estatura, ancho de hombros; lucía un gran bigote, pelo rubio, ojos claros, piel blanca y tostada; el entrecejo fruncido con apariencia de severidad. Nació en la hacienda de García, propiedad de la familia Mosquera, en el año de 1795.
La revolución que estalló en Popayán el 8 de mayo de 1860, encabezada por el general Tomás Cipriano de Mosquera seguía en curso ascendente. El día 25 de abril de 1961 el ejército del General Mosquera se enfrentaba a las fuerzas del gobierno dirigidas por el general Joaquín París, veterano de la guerra de la Independencia, secundado por jefes valientes y decididos. El general Mosquera fue atacado por un brillante ejército gubernamental de 5.000 hombres. Mosquera contaba con 2.700 soldados, en su mayoría caucanos, con tenientes no inferiores a los que le opuso el general Paris. Las tres armas de los ejércitos se pusieron en juego en la batalla. Combatieron con rabiosa bravura desde las siete de la mañana hasta la siete de la noche. Hubo un momento en que estuvo perdido el general Mosquera, a quien se le atolló el caballo y sólo debió su salvación a la heroica generosidad del coronel Simón Arboleda Arboleda, quien le cedió el caballo que montaba y cayó prisionero en lugar del general. El general Ramón Espina ordenó fusilar a Simón Arboleda, pero se salvó.
El general Mosquera envió orden al general José María Obando, jefe de las pocas fuerzas acantonadas en La Mesa, para que emprendiera marcha en dirección al Cuartel General, establecido en Subachoque. Un individuo que se decía amigo personal del general Obando, solicitó pasaporte del mismo para venir de La Mesa a Bogotá y Obando le propuso que hicieran juntos el viaje hasta la Sabana al día siguiente; el amigo aprovechó de la imprudente confianza del general para espiarlo. El general Mosquera indicó con precisión el camino que debía seguir Obando para llegar al campamento de Subachoque sin tropiezos ni peligros; pero éste modificó el itinerario, fundándose en el mal estado de los caminos, sin tener en cuenta el posible encuentro con partidas armadas del Gobierno.
Obando avanzó imprudentemente hasta Bojacá, donde se despidió de éste el amigo de La Mesa, quien, en vez de seguir para Bogotá, se fue apresurado al cuartel general del Gobierno a dar parte del modo como venía Obando y su gente y del camino que pensaba seguir. De Bojacá salió Obando en las primeras horas de la mañana del día 29, atravesó la Sabana hasta llegar al sitio llamado Tres Esquinas de Bermeo, y se detuvo en la venta que allí tenía Vicente Salinas, antiguo sirviente del Libertador.
Acompañaban a Obando, entre otros, el coronel Patrocinio Cuéllar, Juan de Dios Restrepo, Ramón Carvajal, Aníbal Mosquera, hijo del general Mosquera; el coronel Francisco Troncoso, comandante de la compañía que llamaban La Marina, el capitán Daniel Aldana y los restos de las ambulancias que habían quedado atrás del ejército revolucionario y una tropa mal armada, peor vestidas y en situación tal que, si se presentaba, no tenían nada a favor.
Tan pronto como el amigo de La Mesa llegó al cuartel general del ejército del Gobierno e informó al general en jefe de la aproximación de la gente de Obando, destacó al entonces coronel Heliodoro Ruiz con fuerzas de Infantería y Caballería, bien armadas y montadas, para que saliera al encuentro de aquél. El coronel Ruiz, militar experimentado y valeroso, situó las fuerzas de que disponía en los puntos llamados El Rosal, Tierra Negra y Cruz Verde, cubiertos de malezas, que favorecían el éxito del plan concebido.
Entre tanto se acercaba el general Obando a lo páramos de Cruz Verde, cuando la guerrilla de Infantería del Gobierno rompió los fuegos, y, casi al mismo tiempo, atacó la Caballería. La sorpresa apenas dio tiempo a las fuerzas revolucionarias para desplegarse y contestar al fuego; pero, después de una débil resistencia, se declararon en derrota. Consumado el desastre de las fuerzas que mandaba el general Obando, éste trató de huir, y, al efecto se alejó del campo de combate con probabilidades de salvación, cuando al pasar por un puente inclinado y resbaladizo cayó el caballo en una zanja; el capitán Aldana, que lo acompañaba, alcanzó a oír las palabras de Obando con que invocó a la Virgen del Carmen. Mientras Aldana trataba de recuperar el caballo de Obando, llegó un lancero a donde estaba Obando y le dio una lanzada, sin atender a las voces de éste, que se declaraba rendido. Aldana fue tomado prisionero, pero debido al desorden logró escapar.
El doctor Francisco Jiménez Zamudio se encontró allí como capellán de las fuerzas gubernamentales, y al reconocer con sorpresa al moribundo general, alcanzó a darle la absolución antes que expirara y continuó en busca de heridos y agonizantes para auxiliarlos.
Viendo el coronel Patrocinio Cuéllar que el general no se movía, dio frente a los que le perseguían, mas su abnegación sólo sirvió para que lo rodearan varios lanceros y lo acribillaran a lanzadas y garrotazos. El coronel Troncoso murió al frente de los soldados que mandaba, al tratar de restablecer el combate. Aníbal Mosquera quedó prisionero y herido en un brazo, y muy pocos fueron los que lograron salvarse en aquel desastre de las fuerzas revolucionarías, en el que casi todos los que las componían quedaron muertos, heridos o prisioneros.
Al cadáver del general Obando lo sacaron arrastrado por los pies y lo dejaron a la vera del camino y al doctor Cuéllar moribundo, para conducirlos a Funza con el fin de dar decorosa sepultura al primero y proporcionar auxilios al segundo. El desgraciado coronel Cuéllar, murió en la noche del 30 de abril, después de recibir los Sacramentos.
En el acta de reconocimiento consta que el general Obando tenía una cortada profunda en la nariz y cinco heridas mortales de lanza, de las cuales una lo atravesó, interesándole un pulmón y el hígado; varios raspones y contusiones, y cortada con navaja la mitad del bigote. El doctor Cuéllar tenía ocho lanzadas y la cabeza literalmente macerada a garrotazos, tan horriblemente desfigurado que habría sido imposible reconocerlo sin saber antes quién era.
El miércoles primero de mayo, después de modestos funerales, depositaron los cuerpos del general Obando y del doctor Cuéllar en sendas bóvedas, a la derecha de la puerta de entrada del cementerio de Funza.
Ocupada Bogotá por sus fuerzas triunfantes, el general Mosquera ordenó se ejecutara, entre otros, al prisionero coronel Ambrosio Hernández acusado por la muerte del general José María Obando; era un día viernes 19 de julio de 1861 ...
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