jueves, 1 de julio de 2010
LA INSEPULTA DE PAITA
Pablo Emilio Obando Acosta
En tu primera muerte tu sepulcro tuvo
una dirección, un número en una calle,
una casa con una tienda con un letrero
donde vendías encajes y pasteles que
yo habría besado por encontrar tus
manos.
Jorge Enrique Adoum
“La matanza de los patriotas del 2 de agosto de 1809 despertó en mí toda la rebeldía represada, toda la dignidad criolla sometida a esclavitud de pensamiento y acción. Yo tenía casi trece años. Nací profundamente relacionada con una tierra convulsa y agitada. Se vivía un ciclo de pobreza, desesperación y llanto. Me transformé en activa conspiradora...”. ; “En el convento de las Catalinas no me soportaron, no existió jaula suficiente para cortar mis alas y no quedó otro remedio que enviarme con mi padre a Panamá. ¿Qué hacía yo en un convento? …Oración, meditación, contemplación… ¿Y acción? ¿…Y todo lo que puso Dios bajo mi blusa…? ¿Y todo lo que puso bajo mis negros cabellos...? ¿Y mis manos…? ¿Y mis brazos…?..”.
Manuela Sáenz nace en la ciudad de Quito en 1797 y muere en Paita –Perú- en 1856. Su historia va unida a la del Libertador Simon Bolívar, a quien conoció en Quito en el año de 1822 cuando éste hacia su entrada triunfal el 16 de junio.
A pesar de sus invaluables servicios a la independencia americana es expulsada de la Nueva Granada por Francisco de Paula Santander quien le confisca todos sus bienes y la declara conspiradora. Huye a Jamaica siendo acogida por Maxwell Hyslop, amigo incondicional de Simon Bolívar. Al intentar regresar a Ecuador fue expulsada de ese país por el presidente Vicente Rocafuerte en 1835. Sola, pobre y abandonada inicia un periplo, por varias ciudades y provincias americanas, instalándose definitivamente en el puerto de Paita en el Perú. Desterrada de su propia patria, Manuelita vive los siguientes 21 años en medio de duras condiciones económicas, confiando en Flores, a quien le escribió durante todo su exilio. A pesar de que su marido intentó una nueva reconciliación y le ofreció dinero y aunque en 1837 se permitió su regreso a Ecuador, ella se mantuvo en su pobre exilio. Nunca pudo recuperar sus bienes ni la dote que al morir Thorne, su esposo, le devolvía en su testamento.
En alguna ocasión y con motivo de una de las visitas que le hiciera Simón Rodríguez, maestro del Libertador Simón Bolívar, también desterrado y olvidado, le expresa, ante la invitación que le formulara Manuelita de quedarse en el Perú, que “para que se unen dos soledades”, indicando con ello que sus caracteres, pensamientos, actitudes e ideologías jamás serian acogidos por los nuevos gobernantes de los países libertados por Simón Bolívar y secuestrados por una clase emergente que nunca entendió los postulados libertarios del Libertador.
En un bello poema escrito en su honor puede leerse: “el viento te esparció, polvo/ o memoria, por todos los caminos que/ conozco, sin esqueleto ni ceniza que/ recoger y amar...”. Indicando con ello que la Patria de Manuelita es América y que más allá de su recuerdo o su tumba prevalece la imagen de esa mujer revolucionaria que no pudo ser sometida ni arropada bajos los conceptos retóricos de una sociedad que con una mano encendía la antorcha de la libertad y con la otra atizaba el fuego de la opresión y la represión. Su verdadera tumba es America.
Manuelita Sáenz contrae difteria en 1856, enfermedad que acaba con su vida e inicia su leyenda; su cadáver fue incinerado a fin de evitar infección en la población, lo mismo ocurre con sus pertenencias, entre ellas gran parte de la correspondencia de Bolívar, que protegía y guardaba celosamente.
En agosto de 1988 fue localizado el lugar donde se encontraban “los restos” de Manuela Sáenz en el cementerio de Paita. Simbólicamente sus restos y la tierra de este cementerio son llevados a Venezuela para ser depositados junto a la tumba de Simon Bolívar. “El viento te esparció, polvo/ o memoria, por todos los caminos que/ conozco, sin esqueleto ni ceniza que/ recoger y amar…”.
peobando@gmail.com
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