Editorial EL ESPECTADOR
Con entusiasmo histórico, despliegue de Estado y un año de anticipación, arrancaron en firme los actos conmemorativos del bicentenario de la Independencia.
1810-2010, el ciclo republicano de nuestra democracia, incluyendo aquellos años en que la corona española recobró parcialmente su hegemonía militar y se encontró con un aguerrido Ejército libertador que en 1819 se alzó con la victoria. La gesta patriótica de nuestros héroes tutelares que regresa de su pasado glorioso y legendario para encontrarse con las nuevas generaciones ávidas de saber cómo fue la génesis de nuestra nacionalidad.
Con el liderazgo de la ex viceministra de Cultura María Cecilia Donado y el concurso de varias entidades oficiales, desde hace varios meses viene trabajando en este propósito la Alta Consejería para el Bicentenario de la Independencia. Una instancia gubernamental de primer orden que no ahorrará esfuerzos para que en los próximos meses la sociedad vuelva sus ojos a la historia nacional, pero no sólo aquella que escribieron nuestros próceres en los campos de batalla, sino también la que dejaron impresa en nuestra idiosincrasia los hombres y mujeres del común con su legado de creencias y costumbres.
El pasado y el presente que se encuentran en una misma geografía de encrucijadas ancestrales, donde Colombia ha crecido significativamente, y con ella su gente, a imagen y semejanza de nuestros grandes líderes en todos los campos del saber humano. Por eso la celebración de los 200 años de la Independencia va más allá de hacer remembranza sobre la empresa militar que la hizo posible, y desde los pueblos indígenas, los palenques, las ciudades o las grandes haciendas de las cinco regiones en que se divide el país, también surge una red de versiones que hoy da cuenta de lo que ha sido nuestra visión social.
Lo definió con meridiana claridad el escritor mexicano Carlos Monsiváis cuando escribió que esta es una extraordinaria oportunidad para revisar temas y problemas, hazañas y derrotas de la región entera y dejar a un lado el intercambio de medallas, las ediciones conmemorativas o la remodelación de los edificios. En otras palabras, es ir más allá de la simple efemérides para entrar a analizar a fondo las realidades orgánicas de Colombia y América Latina. Una ocasión propicia para revisar la memoria histórica y, de alguna manera, compartirla socialmente. La reconstrucción del inventario nacional para entender las tareas urgentes por realizar y los desafíos por cumplir.
Una oportunidad múltiple que dimensiona el valor de la celebración bicentenaria, que esta semana abre fuegos en varios escenarios. En primer término, a través de la Ruta Libertadora, que entre el 19 de julio y el 7 de agosto, emulando al Ejército libertador de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, repetirá el trazado de su proeza militar. Partiendo de Tame (Arauca) y pasando por cada uno de los poblados que se recorrieron hasta llegar al Puente de Boyacá, sólo que esta vez será una legión de artistas e intelectuales, acompañados de militares, quienes irán dejando en cada recodo del camino su testimonio de país.
Simultáneamente, se anuncia para el próximo fin de semana la celebración del Gran Concierto Nacional, otro evento que nos inserta en la conmemoración bicentenaria. En vez del tradicional desfile militar, desde el 20 de julio pasado se institucionalizó una jornada artística en más de 900 municipios que ya fueron testigos del nuestro poderío musical. Ahora se repite la dosis con una propuesta en la que se mezclan ritmos autóctonos y sonoridades mundiales en más del 97% del territorio nacional. "Colombia es nuestro mejor concierto", dicen algunos de los artistas convocados para esta masiva celebración. Extraordinario preámbulo a un año de masiva celebración del bicentenario de nuestra Independencia y por extensión de nuestra vida democrática.
FUENTE:
Editorial periodico EL ESPECTADOR.
14 DE JULIO
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