viernes, 21 de agosto de 2009

¿ESTUDIAR LA INDEPENDENCIA ES DIVERTIDO?


FUENTE: REVISTA CAMBIO


Con el uso de un giro de aquellos que usaban los profesores en la universidad colonial podrían formularse la pregunta del modo siguiente: "de si a la cuestión de la enseñanza de la Independencia conviene la aplicación del atributo divertida". La respuesta escolástica se abría con la enunciación de la manera como se resolvía el asunto según Aristóteles, Santo Tomás y otras autoridades. No continuaré por los caminos del peripato y de manera menos grave le contaré a los lectores la razón del título de estas notas.
En estos tiempos de conmemoraciones y celebraciones bicentenarias es frecuente que a los historiadores acudan los asesores de instituciones educativas o periodistas interesados en diseñar programas de divulgación en torno a la Independencia. De manera invariable quienes demandan el consejo suelen contar que a ellos les enseñaron una historia que les resultaba en extremo aburrida y que quisieran por su parte contarles a los niños una historia divertida. Ya en este punto me ha surgido la pregunta de por qué los destinatarios, al menos los mencionados, son los niños. ¿Por qué no todos: niños, adolescentes, adultos, hombres y mujeres?
Ante estas aclaraciones he dado por responder con una indicación: sería más pertinente dirigirse a recreacionistas o a ese tipo de personas que animan piñatas y primeras comuniones. Seguramente me han hecho caso, dado que no se ha repetido la invitación. Si se va un poco más allá de estas divagaciones livianas, se encontrará que predomina una atmósfera de frivolidad con respecto a las conmemoraciones sobre la Independencia.
La Independencia admirable
He pensado en palabras que podrían ofrecer una imagen dinámica sobre la historia y que sugieren maneras no aburridas pero pertinentes para enseñar y hablar de la Independencia. Por ejemplo, la Independencia de Hispanoamérica es admirable.
De hecho los contemporáneos llamaron "campaña admirable" a una serie de acciones militares dirigidas por Bolívar que se inició con el manifiesto de Cartagena de diciembre de 1812 y que incluiría al menos dos campañas memorables, la del Magdalena iniciada en Tenerife y la de Cúcuta a comienzos de 1813, que condujeron a la ofensiva por restaurar la república en la Capitanía General de Venezuela. Admirable llamó Bolívar, quizá con menos razón, al congreso que él mismo convocó y que inició sus sesiones en Bogotá el 2 de enero de 1830. Es decir, en el año en que se consumó la disolución de la Gran Colombia y se produjo la muerte del Libertador.
Pero son admirables muchas de las acciones humanas tanto individuales como colectivas que hilvanan la historia de la Independencia hispanoamericana. El calificativo resulta adecuado en relación con el paso de los Andes que inician los ejércitos de Bolívar y Santander a mediados de 1819 en Tame. Ya una hazaña similar había consumado el ejército de Los Andes dirigido por San Martín en enero de 1817 en el sur del continente. Admiración es el sentimiento que refleja la descripción que hace el general Pablo Morillo, el 'Pacificador', cuando se refiere a la acción y la disposición de combate de gente anónima, cuyos nombres no figurarán ni en los textos ni en los mármoles pero que harían posible la caída del imperio español en América. Dice así de los jinetes llaneros: "el paso de los ríos, cañones y pantanos que tanto entorpece y fatiga nuestras tropas, es para ellos un objeto de diversión y placer. Los llaneros se arrojan a caballo, desde la barranca del río, con la silla en la cabeza y la lanza en la boca, y pasan dos o tres mil caballos en un cuarto de hora como si pasasen por un ancho puente sin temor de ahogarse y perder el armamento ni la ropa".
Cambios sociales
Es frecuente encontrar el reclamo, en principio razonable, de que la historia no puede ser el recuento de batallas ni la enumeración de héroes militares. En la historia militar es imprescindible para entender la Independencia y no está reñida con la historia social o institucional. Los ejércitos libertadores -tanto el dirigido por Bolívar como el encabezado por San Martín- constituyeron el más eficaz instrumento del quiebre de la sociedad del antiguo régimen, jerarquizada en estamentos, castas, culturas. Los esclavos que tomaron parte en esos ejércitos no retornarían a la esclavitud. Los mestizos y mulatos que se hicieron oficiales por sus méritos no admitirían que sus funciones invariables se redujeran a las de ser pulperos, artesanos o pequeños agricultores. Incluso, los negros que fueron movilizados por el canario Boves en apoyo de Fernando VII no retornarían a la condición social anterior. El feroz caudillo, sin saberlo, trabajó al servicio de lo que Hegel llamaba la necesidad histórica objetiva.
Los enigmas
Diversos momentos de la Independencia resultan enigmáticos o desconcertantes. Es el caso de la obsesión de Bolívar por concentrar su campaña militar sobre el norte de Venezuela desde mediados de 1817 hasta mediados de 1818. Por meses el Libertador mantuvo su idea de entrar triunfante en Caracas. Derrotas militares no resultaron suficientes para disuadirlo de ese empeño, sino hasta agosto de 1818, cuando de manera genial proyecta reabrir la guerra en la Nueva Granada.
En agosto de este año Bolívar sin vacilar nombra a Santander jefe de un ejército que no existía. No se sabe cómo el héroe neogranadino logró entenderse con caudillos dispersos y tener listos para comienzos de 1819 dos batallones en Casanare. En su documentada obra, el historiador Gonzalo M. Quintero anota que Santander llevó junto con el nombramiento de Bolívar dos elementos en el arsenal de argumentos para tratar con los llaneros: mil fusiles y treinta quintales de pólvora.


¡La controversia, siempre!
No son pocos los momentos en el largo proceso de Independencia que resultan controvertibles. La guerra a muerte declarada por Bolívar en el decreto del 15 de junio de 1813 señala un aspecto de la terrible confrontación, que seguramente no resulta fácil de explicar para quienes buscan ofrecer versiones edificantes o divertidas de la historia.
Hace falta construir explicaciones que ubiquen en su momento este recurso extremo por convertir la contienda civil en guerra entre naciones. Un maestro advertido encontrará una oportunidad excepcional para introducir a sus alumnos en la reflexión sobre la historia del derecho de gentes y el proceso de la protección de los no combatientes en la historia de hoy.
Actuaciones censurables
Las guerras abundan también en hechos condenables. Desde la óptica de la 'Historia patria' no es difícil condenar los horrores de la reconquista de Morillo o las crueldades de Boves, pero es difícil asumir las de los patriotas.
Desde la misma óptica puede presentarse, con detalle y sin objeción, la abominable orden de Morillo para arrasar completamente una aldea con sus habitantes, casas y cultivos, pero seguramente parecerá embarazoso explicar la decisión de Santander de condenar a muerte al general Barreiro y a otros prisioneros de guerra después de la Batalla de Boyacá en agosto de 1819, o encontrar motivos de justificación para la acción mezquina de Bolívar de arrestar y dejar en manos del enemigo realista al precursor Miranda en 1812.
Y los pueblos indígenas
Hay aspectos que han despertado agitadas controversias pero que con ocasión del Bicentenario se han mantenido bajo cierta sordina. Es el caso del análisis sobre la actuación de los indígenas durante la Independencia y de su impacto para los mismos durante la era republicana posterior. Las actitudes de las masas indígenas no fueron unívocas. En la Nueva Granada fue empecinada la lucha de los indígenas contra los ejércitos patriotas en la Provincia de Pasto, pero más al sur del continente los indígenas sostuvieron viva la guerra contra las fuerzas realistas en el Alto Perú después de las derrotas sufridas entre 1813 y 1814 por el Ejército del Norte comandado por el general Belgrano.
Los resultados de la Independencia tendieron a ser desfavorables para los intereses indígenas. Es comprensible que hoy las organizaciones indígenas no se sientan inclinadas a 'celebrar' el Bicentenario, pero su concurso resulta imprescindible para comprender en su conjunto lo que fue el proceso de caída del Imperio español y las condiciones en que se inició el camino de los Estados que surgieron de aquella coyuntura histórica extraordinaria.
Responsabilidad de los intelectuales
Hace falta aludir al hecho de que la gente ocupada con las Ciencias Sociales y los intelectuales en general tienen la obligación social y cultural de darle densidad al tratamiento de temas y problemas que de una u otra forma están instalados en la conciencia pública. Si tales enfoques con sustento académico serio no concurren en el debate público, la Independencia quedará al arbitrio de las visiones manipuladas desde el poder apoyadas por los empresarios del espectáculo.


Por Medófilo Medina*

Comisión de Honor del Bicentenario.

* Medófilo Medina es fundador de la revista Razón Pública:

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