Popayán, 15 de febrero 2010.
Estimado Francisco José,
Desde estas veredas tropicales en las que comenzamos a transitar por la segunda década de este siglo XXI, pero que parecieran dar lugar a un nuevo camino: el de las postrimerías DE LA ESTÉTICA Y de la vida en el planeta (veredas ayer frescas y casi frías, hoy ardientes y sofocantes); desde esta tierra que, según dicen, guarda tus huesos y te vio nacer, envío esta carta hasta el fondo de tu tumba, más allá del Panteón en el que te encontrabas, más allá de tus huesos, usando para su escritura una máquina asombrosa llamada procesador de texto.
En un tiempo que no se medir, llegará la correspondencia a tus manos y como siempre, te resistirás a abandonar el descanso eterno y atender la lectura semanal de tan mamotrético asunto. Estás en tu derecho; más cuando te enteres de que quien te escribe soy yo, Victoriano Lorenzo, accederás a su lectura: en tu sabiduría conoces que mi abuela materna, que está a tu lado y no me deja mentir, llevaba como segundo apellido el de Tenorio y en su sangre alguna gota de la tuya; en fin, son los vericuetos del parentesco de sangre cuyo laberinto produce múltiples e insospechados encuentros, los que te obligarán a abrir el sobre que contiene esta carta. De otro lado, y sin presunciones de sabelotodo conocedor del universo y sus trasmundos, puedo decirte que sé que han sido muchas las veces en que has deseado romper la mortaja y salir de la tumba (un ejemplo, entre muchos: cuando un Rey de la España de nuestros días, lanzó esa frase cuyo eco llegó hasta tus oídos: “¿Por qué no te callas?”… Fue duro, porque te recordó aquella otra con la que se firmó tu sentencia ¿verdad?). Este año, en particular, vas a tener que prepararte porque serás asaltado por múltiples mensajes de toda índole y algunos serán de tu agrado y te ayudarán en el descanso, otros, por el contario te molestarán.
Como el tiempo y el espacio de que dispongo es muy corto para escribir largo, voy al grano. Si llamo tu atención con ésta, no será para recordar el parentesco de sangre que nos une (asunto que por baladí y tonto, no deja de abrir puertas). Se trata de lo siguiente: Desde hace poco más de un siglo el Parque que lleva tu nombre, en cuyo centro exacto se levanta la escultura de tu figura, ha sido objeto de múltiples intervenciones ingenieriles y arquitectónicas; la última de ellas, la más reciente, iniciada en el 2008, y dos años después aún sin terminar, es sobre la que quiero hacer algunas observaciones, muy profanas por cierto. Son pocas; pero son representativas, con seguridad, de algunos hombres y mujeres que hemos observado con dolor de impotencia lo que allí, alrededor de tu escultura, en el Parque de Caldas, ha acontecido. Primero: levantaron una enorme calzada por las afueras del parque, cuya área total desconozco, pero, sin duda es por lo menos dos veces mayor que la que ocupa el Parque propiamente dicho; los cuatro costados externos a él han sido “adoquinados” para crear un espacio “peatonal” y una particular “Plaza de armas” que se lleva toda la atención visual de quienes por allí transitan. Es una obra importante, hecha durante el gobierno de un presidente importante (no podía ser de otra manera). Además transformaron los andenes y esquinas de sus cuatro calles, los ampliaron, adoquinaron y colocaron focos de luces multicolores e intermitentes desde el suelo hacia las paredes. Con lo que se subraya el concepto y el sentido de tan importante obra. ¿Y tu estatua? _“A sí, al monumento no le colocaron ni tan siquiera una veladora”_ comentó un noctámbulo. ¿Será acaso que te han condenado a la oscuridad? ¿o a ser un personaje segundón y sin mucha jerarquía, frente a tan importante obra? Invoco tu saber para resolver estas preguntas.
Segundo, la Plaza esa a la que me refiero (que está en los alrededores del Parque), está mal construida. Sí mal construida, como lo oyes. Observa desde tu altura y mira esas terribles líneas que unen las calzadas de las calles con las carreras; digo “terrible líneas”, porque no se cómo llamar a lo que las une y que en la escuela primaria conocimos bajo el nombre de “diagonal”, ese “segmento de recta que une dos vértices no consecutivos en un polígono”. ¿Es esto una nueva concepción de la geometría? Invoco de nuevo tu sabiduría porque mi angustiosa ignorancia es grande al respecto.
Mi deseo es que te revuelques en tu tumba, después de leer estas líneas.
Hasta Siempre,
VICTORIANO LORENZO
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