Ruby Torres Londoño.
Especialista en Pedagogía.
Estando en una de las tantas reuniones realizadas en la Sociedad Bolivariana de Santa Rosa de Cabal, planteé la idea de realizar un artículo o ensayo sobre las mujeres de la independencia, con el fin de hacer honor a sus esfuerzos y sacrificios a través de la campaña libertadora, para ello me apoyé de historiadores de adentro y fuera del departamento, viajado por algunas ciudades, y comunicado telefónicamente con personas relacionadas con el tema histórico que me apasiona y cual no sería mi desconsuelo, al enterarme que solo muy poquitas de ellas, hayan sido reconocidas, y han sido galardonadas, unas seis, creo. Las demás simplemente aportaron su granito de arena en tan emérito proceso, y uno que otro reconocimiento para aquellas valerosas mujeres que animaron a los hombres, confeccionándoles sus uniformes, llevando los mensajes, escondidos en los pliegues de sus faldas largas o en sus blusas con drapeados y alforzas o debajo de la ruana, chal o rebozo para que ningún esbirro pudiera encontrarlos, saliendo a altas horas de la noche, aprovechando la oscuridad, porque los faroles poco o nada iluminaban esas calles empedradas de los pueblos, para que hoy día estemos disfrutando de esa libertad, que tanto se soñó y por la cual entregaron la vida, sus hijos, sus esposos.
En ningún momento es mi intención demeritar la labor de esas mujeres tan nombradas, que en un esfuerzo sobrehumano, ayudaron al Libertador Simón Bolívar, o Santander, a Nariño, o a Córdova, sin importar dificultades ni vicisitudes para lograr su cometido, a quienes lucharon por la libertad de nuestras patrias. Jamás osaría dejar de admirarlas, pero las que quedaron en el anonimato, como aquellas mujeres que formaron un batallón el 20 de Julio de 1810, e iniciaron su marcha hacia donde se encontraba el armamento de los españoles, motivando a sus esposos e hijos, para que se escudaran en el cuerpo de ellas y pudieran acercarse a su objetivo, para apoderarse de los rifles y la pólvora, a cambio de los precarios puñales con que se defendían. Aquellas que armadas de valor, ayudaron a los soldados, azotados por el hambre y por el frio, lograron la libertad de estos países. Pero sí es digno de reconocer que hasta ahora, según me dijo una gran historiadora, Nelly Gómez de Ocampo que escribe un libro sobre las valientes mujeres de esa época, se han logrado identificar 750 mujeres, pero aun faltan muchas más que quedan y continuaran en el anonimato, pues nunca se conocerán sus nombres.
Una mujer humilde y sencilla de Marinilla Antioquia, que poco ha sido recordada, hizo un aporte importante a la guerra, entregó a sus 7 hijos varones a dos jefes patriotas para que participaran en la gesta de Independencia además no quiso recibir por tal motivo una pensión que le ofreció el gobierno, exclamando que la patria la necesitaba. Se trataba de Simona Duque, donde hoy funciona día funciona allí un geriátrico, pero en las escuelas y colegios de su población la recuerdan con el agradecimiento y el cariño valorando la entrega de una madre en favor de lucha emancipadora.
De aquellas que han estado en el anonimato, tampoco debemos olvidar a las europeas españolas, todas adineradas y de la realeza como marquesas, duquesas. Es el caso de Doña Carlota Rengifo, quien vivió en la población de Toro Valle, y donde allí se entusiasmó por las luchas libertarias, y ayudó a hombres y mujeres en la idea de la libertad, hasta que cayó en desgracia y sus propios coterráneos, le enviaron a su hijo que se encontraba en España para que le diera muerte, pero cuando ya estuvo frente a ella no se sintió capaz, y casi de inmediato lo mataron, mientras que su señora madre cae asesinada, al día siguiente en la plaza del pueblo cuando salía al mercado.
A través de todo lo expuesto, quedó claro que las mujeres eran asesinadas por sospecha, mas aun que pensaban en esos tiempos que las mujeres sólo servían para cocinar, atender al marido y cuidar los hijos. EL hombre era el amo. La mujer sumisa obedecía.
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