DOÑA MANUELA SÁENZ, LIBERADA DE LA HISTORIA
Por: Stella Grijalba Gómez
Los ojos negros clavados en la arena… Los lejanos recuerdos rondando la paz de su memoria, y el mar que todo lo sabe y todo lo esconde fueron compañeros inseparables de la desconocida anciana, venerada y odiada, y por siempre admirada por todos, a pesar de la historia
Coronela al final del camino, encallada en el océano extraviado de su destino, dueña de sus osados sueños, guerrera infatigable de sus ideas. De indomable espíritu y extemporánea en su época fue Doña Manuela Saenz. La escritora Clara de Zawadski , una mujer apasionada por la vida y obra de la LIBERTADORA, la describía como “la gloriosa y divina mujer, la femenina, deliciosa y maravillosa”.
Doña Manuelita Sáenz, pertenece al linaje de libertadoras que la historia hasta hoy, no les ha hecho justicia, al negarles sus verdaderos fastos. Manuelita mecida en cuna de oro, creció en medio de los campos tempestuosos de las ideas libertarias sustentadas en los filósofos clásicos de Grecia, fuentes del profundo saber de dónde nutrió ansiosamente su intelecto y pensamiento de adolescente y de mujer; también de Rousseau, Voltaire, Diderot, D´Alambert y Montesquieu ideólogos de la Revolución Francesa e inspiradores de la emancipación de los pueblos de las Américas.
No fue de manera alguna, esta extraordinaria quiteña, la vulgar amante del General Simón Bolívar. Era el gran complemento, rara vez coincidente, entre dos seres que se aman. Fue el ver reflejado en el otro, los más íntimos deseos del cambio y justicia, sintiendo por sus venas el correr anhelante de un minúsculo pueblo que avanzaba para liberarse del yugo opresor.
Doña Manuela fue guerrera como él, pero mujer. Con más pasión arraigada en su ser, con la entrega total de la que ama, con la genial locura de su pensamiento y totalmente enamorada de la revolución más que del revolucionario, y por sobre todo comprometida con su pueblo.
San Martín, el héroe de los Andes, la condecora con el título de “Caballeresa de la Orden del Sol”, y en ese entonces no conocía a Bolívar. Ya era parte de las gestas libertadoras de Perú y Ecuador, y la sociedad la reconocía por su ilustración y cultura, hecho poco común en las mujeres de la época; era una libre pensadora e irreverente.
De Doña Manuela podría decirse que, como los grandes filósofos y pensadores, para bien de la gesta libertadora, fue la gran subversiva de su tiempo. Subversiva en el mejor sentido de la palabra. Bien diría el filósofo Carlos Vidales, exiliado en Estocolmo, “ Todos los grandes filósofos han sido subversivos, porque subvirtieron viejas y anquilosadas formas de pensar y establecieron nuevos caminos en la búsqueda del saber. Los grandes profetas fueron todos subversivos. Jesús subvirtió un viejo orden religioso, de un pueblo, y fundó una iglesia universal, para toda la humanidad. Sócrates fue subversivo, como lo fueron Heráclito y Pitágoras, Copérnico y Galileo, Freud y Darwin, Einstein y Niels Bohr, Sastre y Rusell. Subversivos fueron los grandes literatos y poetas, subversivos fueron los hombres y las mujeres que lucharon por convertir nuestra patria, que era una colonia, en una república independiente.” ¡Y Manuelita Sáenz lo fue ¡
Se encuentra con el Libertador cuando ella era mujer de armas, capaz de confrontarse en las batallas sable en mano y cuerpo a cuerpo. Qué le podía dar Bolívar que ella no tuviese ? Qué podía darle un hombre ya extraviado en las fuentes de sus amoríos y agobiado por la trayectoria inmensa de triunfos y derrotas?
Doña Manuela Sáenz era el nuevo mundo: guerrera e inteligente, una “gloriosa y divina mujer”. Esa mezcla exuberante entre la espada y la dulzura del amor bordando la fuerza de la palabra con la delicadeza de la caricia. Era algo más que encontrar la paz en medio de la guerra, era la entrega de todo…
Heredera de los odios intestinos de los cobardes y mediocres, la gloria merecida le fue esquiva, pues no alcanzaron sus ciegos detractores a comprender los tributos de la heroína LIBERTADORA. Su bien cimentado orgullo y su grandeza espiritual, fueron el sustento de su vida interior en el exilio. Desde allá, en Paita, costa peruana, tentada por los tiranos con la invitación de volverla a recibir en Quito, alzó nuevamente su voz digna y altanera para responder que, “ Lo peor es que mi fallo está tomado: no regresar al patrio suelo, pues usted sabe, amigo mío, que es más fácil destruir una cosa que hacerla de nuevo… Mucho me agrada la tranquilidad del país, y nada me es más placentero que la tranquilidad.”
Cuidada y amada por sus fieles negras Jonatás, Nathán y “La Morito”, abrazada por la calidez de los humildes de Paita, al murmullo de las olas y al volar de alcatraces y pelícanos la majestuosa anciana LIBERTADORA viajó hacia la inmortalidad un día cualquiera de diciembre de l859.
Hoy frente a sus cenizas insepultas rendimos emocionados una salve de honor y gloria.
Por: Stella Grijalba Gómez
Los ojos negros clavados en la arena… Los lejanos recuerdos rondando la paz de su memoria, y el mar que todo lo sabe y todo lo esconde fueron compañeros inseparables de la desconocida anciana, venerada y odiada, y por siempre admirada por todos, a pesar de la historia
Coronela al final del camino, encallada en el océano extraviado de su destino, dueña de sus osados sueños, guerrera infatigable de sus ideas. De indomable espíritu y extemporánea en su época fue Doña Manuela Saenz. La escritora Clara de Zawadski , una mujer apasionada por la vida y obra de la LIBERTADORA, la describía como “la gloriosa y divina mujer, la femenina, deliciosa y maravillosa”.
Doña Manuelita Sáenz, pertenece al linaje de libertadoras que la historia hasta hoy, no les ha hecho justicia, al negarles sus verdaderos fastos. Manuelita mecida en cuna de oro, creció en medio de los campos tempestuosos de las ideas libertarias sustentadas en los filósofos clásicos de Grecia, fuentes del profundo saber de dónde nutrió ansiosamente su intelecto y pensamiento de adolescente y de mujer; también de Rousseau, Voltaire, Diderot, D´Alambert y Montesquieu ideólogos de la Revolución Francesa e inspiradores de la emancipación de los pueblos de las Américas.
No fue de manera alguna, esta extraordinaria quiteña, la vulgar amante del General Simón Bolívar. Era el gran complemento, rara vez coincidente, entre dos seres que se aman. Fue el ver reflejado en el otro, los más íntimos deseos del cambio y justicia, sintiendo por sus venas el correr anhelante de un minúsculo pueblo que avanzaba para liberarse del yugo opresor.
Doña Manuela fue guerrera como él, pero mujer. Con más pasión arraigada en su ser, con la entrega total de la que ama, con la genial locura de su pensamiento y totalmente enamorada de la revolución más que del revolucionario, y por sobre todo comprometida con su pueblo.
San Martín, el héroe de los Andes, la condecora con el título de “Caballeresa de la Orden del Sol”, y en ese entonces no conocía a Bolívar. Ya era parte de las gestas libertadoras de Perú y Ecuador, y la sociedad la reconocía por su ilustración y cultura, hecho poco común en las mujeres de la época; era una libre pensadora e irreverente.
De Doña Manuela podría decirse que, como los grandes filósofos y pensadores, para bien de la gesta libertadora, fue la gran subversiva de su tiempo. Subversiva en el mejor sentido de la palabra. Bien diría el filósofo Carlos Vidales, exiliado en Estocolmo, “ Todos los grandes filósofos han sido subversivos, porque subvirtieron viejas y anquilosadas formas de pensar y establecieron nuevos caminos en la búsqueda del saber. Los grandes profetas fueron todos subversivos. Jesús subvirtió un viejo orden religioso, de un pueblo, y fundó una iglesia universal, para toda la humanidad. Sócrates fue subversivo, como lo fueron Heráclito y Pitágoras, Copérnico y Galileo, Freud y Darwin, Einstein y Niels Bohr, Sastre y Rusell. Subversivos fueron los grandes literatos y poetas, subversivos fueron los hombres y las mujeres que lucharon por convertir nuestra patria, que era una colonia, en una república independiente.” ¡Y Manuelita Sáenz lo fue ¡
Se encuentra con el Libertador cuando ella era mujer de armas, capaz de confrontarse en las batallas sable en mano y cuerpo a cuerpo. Qué le podía dar Bolívar que ella no tuviese ? Qué podía darle un hombre ya extraviado en las fuentes de sus amoríos y agobiado por la trayectoria inmensa de triunfos y derrotas?
Doña Manuela Sáenz era el nuevo mundo: guerrera e inteligente, una “gloriosa y divina mujer”. Esa mezcla exuberante entre la espada y la dulzura del amor bordando la fuerza de la palabra con la delicadeza de la caricia. Era algo más que encontrar la paz en medio de la guerra, era la entrega de todo…
Heredera de los odios intestinos de los cobardes y mediocres, la gloria merecida le fue esquiva, pues no alcanzaron sus ciegos detractores a comprender los tributos de la heroína LIBERTADORA. Su bien cimentado orgullo y su grandeza espiritual, fueron el sustento de su vida interior en el exilio. Desde allá, en Paita, costa peruana, tentada por los tiranos con la invitación de volverla a recibir en Quito, alzó nuevamente su voz digna y altanera para responder que, “ Lo peor es que mi fallo está tomado: no regresar al patrio suelo, pues usted sabe, amigo mío, que es más fácil destruir una cosa que hacerla de nuevo… Mucho me agrada la tranquilidad del país, y nada me es más placentero que la tranquilidad.”
Cuidada y amada por sus fieles negras Jonatás, Nathán y “La Morito”, abrazada por la calidez de los humildes de Paita, al murmullo de las olas y al volar de alcatraces y pelícanos la majestuosa anciana LIBERTADORA viajó hacia la inmortalidad un día cualquiera de diciembre de l859.
Hoy frente a sus cenizas insepultas rendimos emocionados una salve de honor y gloria.
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