domingo, 10 de octubre de 2010

EL MÁS ALLÁ FUSILADO DESDE NINGÚN COMIENZO

carta a un prócer

POR: ARTEMISA

“Es hora de que te acuestes Francisco José, el famoso molino que te tiene pensando puede esperar hasta mañana, tienes que descansar, en la vida hay cosas más importantes que ver como corre el agua sobre el río”, con estas palabras su tía pretendía que el sabio Caldas le diera un descanso a su cuerpo, sin embargo Francisco no estaba pensando en el molino, pensaba en lo corto que la presidencia de su amigo y compañero Camilo, y cómo Popayán se había convertido en el refugio de los rebeldes que aún soñaban con la Independencia de Colombia; pensaba también en el valor del Conde de Valencia que dejó a un lado la rica mesa, la comodidad de sus aposentos y las grandes fiestas de la aristocracia española, para venir a luchar en estas tierras y en esta ciudad del sur rodeada de monte puro bajo el azul destellante de las noches frías de verano.
En la guarnición de la ciudad, la noticia se esparcía como pólvora, estaba en boca de todos, apresarían a Camilo, Francisco, Manuel José y al Conde de la casa Valencia, nada podrá cambiar está orden, simplemente se esperaba el momento oportuno, el plan es simple, apresarlos y sacarlos lo más rápido posible hacia la capital del Reino de Granada. El molino con el que soñaba el sabio, debía esperar y grandes nubarrones se acercaban sobre esta pequeña villa, a nadie le pasaba por la mente que esta tormenta tronaría sobre la historia del país durante los próximos cien años. Francisco acababa de dormir, cuando con antorchas y fuertes golpes que amenazaban destruir las trancas del portón, fue despertado, en pijama y cubierto con su capa negra y aún húmeda por su aventura sobre el río que limita con el huerto de la casa, es empujado por los antiguos callejones y conducido por el puente del Humilladero hacia la vieja cárcel de Popayán.
En la mañana del lunes, los carpinteros fueron llamados con urgencia, debían adecuar una vieja carreta como una cárcel rodante, el martes al amanecer debía estrenarse la obra. Ese día Popayán, no salía de su asombro, 20 guardias con mosquetes en posición de disparar, no permitían el cruce del puente hacia la cárcel. Bajo esta tensa situación, el Gobernador de la Provincia del Cauca, ordena adelantar la salida hacia Santafé de Bogotá de los cuatro reos, la acusación es muy grave atentaron contra la corona de la Madre España.
Hacia las diez de la mañana cuando puntualmente, tanto en verano como en invierno se desataba el torrencial aguacero de la noche, se estrenó esta obra con los cuatro amigos, que atados de manos y cuello son conducidos hacia el oriente por los páramos rocosos del Cauca, la niebla cubre a lo lejos el desfile; veinte guardias al mando del oficial Ventura Molinos, hombre bueno quien se encuentra entre el cumplir de su deber como soldado o actuar como su conciencia y su pensamientos le dictan. ¿Qué hacer en estos momentos?, ¿Cumplir una orden? o ¿Pasar a la historia como un héroe de los nuevos caminos de América?
Ventura recuerda que meses atrás cuando su madre aún vivía, el sabio, en compañía de su tocayo Francisco Castrillón le ayudó a reconstruir su resquebrajada casa, la cual permanecía agrietada desde el último terremoto, el mismo que destruyó la Catedral y causó un incendió que acabó con seis casas en la Calle de los Bueyes. Aún recordaba el abrazo que su madre les dio, mientras corrían lágrimas de agradecimiento el día del enteje. Su casa ya no tenía techo de paja, ahora tenía teja de barro, como las grandes casonas de la plaza.
En medio del desfile militar, un carruaje con una celda y cuatro presos, un hijo de la aristocracia española, el conde como lo llaman, Francisco José un inventor, Camilo ex presidente de la Gran Colombia y Manuel José un hombre rápido y de buen humor; marcha el desfile hacia la muerte, todos saben que llegar al Huila significa tocar las aguas del río Magdalena y acelerar la llegada a Santa Fe de Bogotá y Bogotá significaba fusilamiento a mando del terrible pacificador Morillo.
Sin embrago, en esta tarde fría sólo hay una infinita paz en el ambiente, a lo lejos se divisa el Volcán Puracé, rígido, cruel y hermoso. Tras una parada de descanso, en medio del remordimiento de Ventura Molinos, los cuatro discuten sobre el guiño de ojo que en una tienda, con techo de paja, la hija del tendero les hizo antes de brindarles un agua de panela caliente con maíz típico de la región, Francisco discute con Camilo sobre a quién se dirigió aquel destello de coquetería, el Conde sonriente los observa, sabe en el interior que fue para él. Sin embargo, la discusión termina en una sonora carcajada cuando Manuel José anuncia que conoce a la tendera desde niña, es más la llaman “La Bizca”.
Quién podría imaginar que esas risas, que más parecían un paseo de amigos y compinches, eran el preámbulo de lo que sucedería catorce días después en la Plaza principal de Santa Fe de Bogotá, cuando los disparos cobardes de doce mosquetes, uno de los cuales tenía balas de salva, acabaron con la vida de estos cuatro próceres de la Independencia de Colombia, siempre me pregunto si antes de entrar los disparos al rostro de Camilo, Manuel José, Francisco y el Conde de Valencia, aún pensarían en la hija del tendero.
Sobre el oficial Ventura Molinos, no se conocen mayores detalles, el miedo pudo más que la voz de su madre muerta, días después del fusilamiento se supo que en un traspiés de su mula, en el camino de regreso, el animal cobró venganza de su eterna indecisión y lo mandó al fondo rocoso del río Cauca, cerca de la población de Coconuco, mientras agonizaba aún dudaba sobre la decisión que no tomó y el deber cumplido aún en contra de su corazón.

sábado, 9 de octubre de 2010

DEJA QUE TE CUENTE MI HISTORIA

carta finalista: escribale a un prócer

CLOCK

Cuando sentí que la soledad invadía todo mi ser tuve la necesidad de acortar las distancias entre tú y yo, es por eso que te escribo esta carta, desde la hermosa ciudad de Popayán. Sin duda alguna, este lugar fue construido por genios, su arquitectura es la más hermosa que jamás he visto y todas las cosas me hacen recordarte; es que aunque ha pasado tanto tiempo mi amor por ti sigue intacto.
No quiero que te angusties, pero nuestro ejército esta pasando por el peor de los momentos pues desde que salimos de Santa Fe, hemos enfrentado toda clase de problemas. Primero, fue la deserción, luego una peste que contagió la mitad de los soldados y ahora que llegamos a Popayán nos damos cuenta que el Cauca comienza a ser invadido por las tropas enemigas. Parece que el destino está conspirando contra nosotros, pero la valentía y decisión contrarrestan las adversidades.
A la ciudad llegamos el 26 de Junio, pero teníamos que esperar a que arribaran los refuerzos comandados por el Señor Custodio García Rovira, así que nos quedamos a descansar. Se convirtió en algo terrible para mí tener que estar encerrado en una casa, sabiendo que afuera había una ciudad tan fascinante como Popayán, pero esas eran las órdenes del Coronel Liborio Mejía y nadie las desobedece; además no era prudente que la gente nos viera por la calle.
No sabes cuanto admiro al Coronel, es un hombre lleno de valor y de amor por la patria. Nunca da paso atrás y hasta en las peores circunstancias se mantiene firme.
El 28 de Junio, en la mañana, recibimos la noticia de que los refuerzos prometidos por García Rovira no alcanzarían a llegar. Después de oír esto se nos dio la orden de formarnos en frente de la casa en la que nos estábamos quedando. Llenamos más de media calle, pues el ejército estaba conformado por casi 700 hombres. Nuestros superiores se reunieron entre ellos y después de un rato nos avisaron que marcharíamos hacia la cuchilla de El Tambo para darle Batalla a Juan Sámano que estaba atrincherado allí con un gran ejército.
El Coronel comenzó a pasearse por entre nuestras filas, y cuando estuvo en frente mío se detuvo para mirarme fijamente. Me pidió que les dijera a los encargados que enlutaran las banderas y destemplaran las cajas de guerra, porque íbamos para nuestros funerales. Sus palabras tuvieron un gran impacto en mí, por un lado me asustaban y por el otro me obligaban a luchar con entereza para poder vivir, o por lo menos morir con dignidad. Una vez cumplieron con lo que deseaba comenzamos nuestro largo caminar. Tuvimos que atravesar casi toda la ciudad; esa fue la única oportunidad que tuve para poder contemplar la refinada e imponente belleza del lugar.
Sediento de victoria el ejército atravesaba los abruptos caminos. Nuestro trasegar era toda una odisea, magnífica aventura de libertad, la tierra misma besaba los pasos de aquellos gloriosos hombres, cuya única coraza era el valor heredado de la patria agonizante.
Así fue pasando el tiempo hasta que completamos unas tres horas de camino. Llegamos hasta un lugar llamado Alto de Rio Hondo, era una montaña desde donde teníamos una gran perspectiva de la zona. Permanecimos allí hasta que un soldado le comunico al Coronel que había alcanzado a ver que en el puente más cercano se escondían los españoles. Efectivamente pudimos observar que nos estaban preparando una emboscada, pero como eran muy pocos se nos dio la orden de atacar inmediatamente.
Los enemigos al verse descubiertos comenzaron a disparar vanamente contra nosotros, casi en un intento desesperado de salvarse, pues nuestro ejército tenía claramente todas las de ganar.
Fue una batallita que no duro más de veinte minutos, pero como no perdimos ningún hombre y los españoles fueron aniquilados por completo, significó un gran estímulo para nosotros. Descansamos por media hora y luego continuamos nuestra marcha hacia El Tambo.
Fue un día pesado para todos, tuvimos que caminar por los indomables senderos con la continúa incertidumbre de ser víctimas de una nueva emboscada, pero pronto las tinieblas se apoderaron del firmamento así que tuvimos que pasar la noche en un caserío al que llaman Piangua.
El 29 de Junio, a eso de las cinco de la mañana, salimos resueltos a vencer en la batalla. Tardamos más o menos una hora en llegar a nuestro destino final. Todavía estaba oscuro así que decidimos esperar a que saliera el sol para tener mayor visibilidad.
El ejército quedó dividido en tres partes: la caballería y gran parte de la artillería siguieron por el camino real para atacar de frente a los españoles, todos los soldados de infantería nos quedamos bloqueando el único punto de retirada que tenía el enemigo. Un tercer grupo conformado por unas veinte unidades se quedó escondido en unos matorrales por sí teníamos que retirarnos.
Cuando por fin el sol mostró la cara pudimos ver que en las trincheras del enemigo estaban refugiados más de 1000 hombres, esta visión fue aterradora para los nuestros, y como el Coronel se dio cuenta del desaliento que había entre sus filas no pudo hacer más que arengarnos con una frase que levanto el ánimo de todos: ¡”Somos pocos comparados con el enemigo, pero les excedemos en valor y en decisión por la más justa de las causas”! Enseguida se nos dio la señal de ataque y los cañones comenzaron a disparar contra las trincheras que permanecían en pie. Pronto dos columnas enemigas salieron de su escondite para oponer resistencia, pero los pudimos enviar de vuelta a sus improvisadas murallas.
Los españoles disparaban sin tregua y sus cañones mataban a centenares de soldados, pero nosotros luchamos con vigor hasta que nuestras tropas se vieron demasiado diezmadas, pues nuestros esfuerzos eran inútiles porque las trincheras eran impenetrables.
La desesperación se apoderó de todos en el campo; algunos de nuestros superiores habían sido capturados y a nosotros se nos estaban acabando las municiones. Tan sólo veía a unos cuantos soldados corriendo en direcciones opuestas, tratando de salvar sus vidas.
Poco a poco los estallidos de las balas de los españoles fueron cesando, porque ya casi no tenían a quien dispararle y cuando creíamos que la suerte nos sonreía aparecieron detrás de nosotros las milicias de la caballería patiana que habían permanecido escondidas. Aún recuerdo con tristeza las exasperadas palabras del Coronel que anunciaba la retirada. Salimos a correr en dirección a El Tambo y a las dos de la tarde nos encaminamos nuevamente hacia Popayán.
Aquella fue una perfecta carnicería. Los cuerpos sin vida de los hombres opacaban el hermoso paisaje que se colorea en el lugar. Han quedado en mi memoria las más aterradoras imágenes y la frustración de que una vez más la patria es prisionera.
Cuando llegamos nuevamente a Popayán nos recomendaron que nos escondiéramos en una casa de patriotas, pues los españoles pronto vendrían a buscarnos ahora que tienen un control casi total de la zona.
En la casa en la que nos estamos quedando en este momento sólo hay una ventana por donde observo lo que está pasando en el exterior. Mis compañeros están muy tristes y nadie quiere hablar; por eso es que te digo que la soledad se ha apoderado de mí, porque a pesar de estar rodeado de tanta gente, es como si estuviera encerrado en una jaula olvidada. El coronel nos ha dicho que mañana nos trasladaremos a Río Negro, que es su pueblo natal.
Apenas está amaneciendo pero el bullicio del día de mercado ya se escucha por todos los rincones de la ciudad. A través de la ventana se puede contemplar el paso lento y elegante de las ñapangas vestidas con coloridos ropajes, en el fondo se levanta el hermoso Volcán Puracé, imponente y coronado de nieve.
Mi corazón emana paz cuando veo el montón de casitas blancas atravesadas por las calles empedradas. Tan sólo nos queda esperar y mantener la esperanza de que algún día podamos vivir con plena libertad.
Popayán, 30 de Junio de 1816.